Carlos Castañeda es el antropólogo peruano nacido en Cajamarca, del
cual se dicen muchas cosas; pero que evidentemente estaba en procesos de
iluminación total. El fue el que inmortalizo a don Juan el indio Yaqui
y toda esa saga , motivo por el cual transcribimos aquí una entrevista
poco usual que dio a la revista Uno Mismo, en Chile y Argentina, en
1997 y realizada por Daniel Trujillo:
Pregunta: Señor Castaneda, durante años usted permaneció en el más
absoluto anonimato. ¿Qué le ha impulsado a dejar esa condición para
dedicarse hoy a difundir públicamente las enseñanzas que, junto a sus
compañeras actuales, recibió del nagual Juan Matus?
Respuesta: Lo que nos obliga a difundir las ideas de don Juan Matus
es la necesidad impostergable de aclarar lo que él nos enseñó. Yo y sus
otras tres estudiantes hemos llegado a la unánime conclusión de que el
mundo que nos presentó don Juan Matus está al alcance de los medios
perceptivos de todos los seres humanos. Argüimos entre nosotros cuál
sería el camino adecuado. ¿Permanecer en el anonimato como don Juan nos
propuso? Esto no encontraba entre nosotros un eco placentero. El otro
camino disponible era el de difundir las ideas de don Juan: un camino
inmensamente más peligroso y agotador, pero el único que creemos tiene
la dignidad con la que don Juan embebió sus enseñanzas.
P: Considerando que usted ha dicho que los actos de un guerrero son
impredecibles, y de hecho así lo hemos comprobado durante tres décadas,
¿podemos esperar que esta etapa pública suya se prolongue en el tiempo?
¿Hasta cuándo?
R: No hay manera de establecer un criterio temporal para nosotros.
Vivimos de acuerdo a las premisas propuestas por don Juan y jamás nos
apartamos de ellas. Don Juan Matus nos dio el terrible ejemplo de un
hombre que vivía como él lo describía. El ejemplo de un hombre
monolítico que no tiene dos caras. Y digo que es un ejemplo terrible
porque es lo más difícil de emular; ser monolítico y al mismo tiempo
tener la flexibilidad para encarar lo que fuera; ésa era la manera de
vivir de don Juan.
Dentro de estas premisas lo único que se puede ser es un conducto
impecable. Uno no es el jugador de esta partida de ajedrez cósmico, uno
es simplemente una ficha de ajedrez. Quien decide todo es una fuerza
impersonal consciente que los brujos llaman el Intento o el Espíritu.
P: Según he podido comprobar, la Antropología ortodoxa resta
credibilidad a su obra, lo mismo que los pretendidos defensores del
patrimonio cultural precolombino de América. Subsiste la creencia de que
su obra es puramente el fruto de su talento literario, por cierto,
excepcional; mientras que otros sectores lo acusan de un doble
comportamiento, porque, supuestamente, su estilo de vida y sus
actividades son contrarios a lo que la mayoría espera de un chamán.
¿Cómo puede zanjar estas suspicacias?
R: El sistema cognitivo del hombre occidental nos fuerza a movernos a
través de ideas preconcebidas. Basamos nuestros juicios en algo que es
siempre “a priori”, por ejemplo la idea de “lo ortodoxo”. ¿Qué es la
antropología ortodoxa? ¿La que se enseña en el aula? ¿Y, cuál es la
conducta de los chamanes? ¿Ponerse plumas en la cabeza y bailar a los
espíritus?
Han acusado a Carlos Castaneda durante treinta años de crear un
personaje literario, simplemente porque lo que yo les decía no coincidía
con el “a priori” antropológico, con las ideas establecidas en el aula o
en el campo de acción antropológico. Sin embargo, lo que me presentó
don Juan sólo podía caber en un campo de acción total, y bajo tales
circunstancias sucede muy poco o casi nada de lo preconcebido.
Nunca he podido llegar a conclusiones acerca del chamanismo, porque
para hacer esto se necesita ser un miembro activo del mundo de los
chamanes. Es muy fácil para un científico social, digamos por ejemplo un
sociólogo, llegar a conclusiones sociológicas acerca de cualquier tema
relacionado con el mundo occidental, porque el sociólogo es un miembro
activo del mundo occidental. Pero, ¿cómo puede un antropólogo que pasa a
lo más dos años estudiando otras culturas, llegar a conclusiones
fidedignas acerca de ellas? Para adquirir membrecía en un mundo cultural
se necesita una vida entera. Yo he estado trabajando más de treinta
años en el mundo cognitivo de los chamanes del México antiguo y
sinceramente creo que no he llegado aún a adquirir la membrecía que me
permita llegar a conclusiones, o siquiera proponerlas.
He discutido acerca de esto con personas de diferentes disciplinas y
siempre parecen entender y estar de acuerdo con las premisas que estoy
exponiendo. Pero luego se dan vuelta, y se olvidan de todo lo que
acordaron y continúan manteniendo los principios académicos “ortodoxos”
sin importarles la posibilidad de un error absurdo en sus conclusiones.
Nuestro sistema cognitivo parece ser impenetrable.
P: ¿Qué finalidad tiene el hecho de que usted se niegue a ser
fotografiado, a que se grabe su voz o se conozcan sus datos biográficos?
¿Podría algo de esto afectar, y de qué manera, los logros alcanzados en
su trabajo espiritual? ¿No cree que sería útil para algunos sinceros
buscadores de la verdad conocer quién es usted realmente, como una forma
de comprobar que realmente es posible seguir el camino que pregona?
R: En cuanto a fotografías y datos personales, yo y los otros tres
discípulos de don Juan Matus seguimos los dictados de éste. La idea
principal detrás de abstenerse de dar datos personales es muy simple
para un chamán como don Juan. Es imprescindible dejar a un lado lo que
él llamaba la “historia personal”. Alejarse del “yo” resulta algo
bastante engorroso y difícil. Lo que buscan los chamanes como don Juan
es un estado de fluidez donde el “yo” personal no cuenta. El creía que
este hecho afecta indiscutiblemente a quien entra dentro de ese campo de
acción, y afecta de una manera positiva aunque subliminal, ya que
estamos muy acostumbrados a fotografías, grabaciones, datos biográficos,
todos ellos engendrados por la idea de la importancia personal. Él
decía que es mejor no saber nada de un chamán; de ese modo, en vez de
una persona uno se encuentra con una idea sostenible, lo opuesto a lo
que pasa en el mundo cotidiano, donde sólo encontramos personas con
problemas psicológicos y sin ideas, y todos ellos repletos hasta el tope
del “yo, yo, yo”.
P: ¿Cómo deben entender sus seguidores la existencia de todo un
mecanismo comercial y publicitario -al margen de su obra literaria- en
torno al conocimiento que usted y sus compañeras difunden? ¿Qué relación
tiene usted realmente con Cleargreen Incorporated y las otras empresas
(Laugan Producciones, Toltec Artists)? Me refiero a vínculos
comerciales.
R: A estas alturas de mi trabajo necesitaba de alguien que pudiera
representarme en la difusión de las ideas de don Juan Matus. Cleargreen
es una corporación que tiene una gran afinidad con nuestro trabajo, lo
mismo que Laugan Productions y Toltec Artists. La idea de difundir las
enseñanzas de don Juan a un mundo moderno como el nuestro implica el uso
de medios comerciales y artísticos que no están al alcance de mis
medios individuales. Como corporaciones afines a las ideas de don Juan,
Cleargreen Incorporated, Laugan Productions y Toltec Artists son capaces
de proporcionarme los medios para difundir lo que quiero difundir.
El afán de las corporaciones impersonales es siempre el de dominar y
transformar todo lo que se les presenta y adoptarlo a su propia
ideología. De no ser por el sincero interés de Cleargreen, Laugan
Productions y Toltec Artists, todo lo que don Juan dijo habría ya sido
transformado en otra cosa.
P: Existe un sinnúmero de personajes que de una u otra manera se han
“colgado” de usted para adquirir notoriedad pública. ¿Qué opinión le
merece el accionar de Víctor Sánchez, quien ha interpretado y reordenado
sus enseñanzas para elaborar una teoría personal? ¿O las afirmaciones
de Ken Eagle Feather, quien asegura que ha sido escogido como discípulo
por el mismísimo don Juan, vuelto a esta dimensión sólo para ello?
R: Efectivamente hay una serie de personas que se titulan a sí mismos
estudiantes míos o del mismo don Juan, a quienes yo nunca he conocido y
que puedo asegurar que don Juan nunca conoció. Don Juan Matus estaba
interesado exclusivamente en la perpetuación de su linaje de chamanes.
Él tuvo cuatro discípulos que perduran hasta el día de hoy. Tuvo otros
que partieron con él. Don Juan no estaba interesado en enseñar su
conocimiento, lo hizo con sus discípulos a fin de que continuaran su
linaje. Sus discípulos, como no pueden continuar el linaje de don Juan,
se han visto obligados a esparcir sus ideas.
El concepto del maestro que enseña su conocimiento es parte de
nuestro sistema cognitivo, pero no es parte del sistema cognitivo de los
chamanes del México antiguo. Para ellos enseñar era un absurdo.
Transmitir su conocimiento a quienes iban a perpetuar la vida del linaje
era otro asunto.
El hecho de que haya una serie de individuos empeñados en usar mi
nombre o el de don Juan es simplemente una maniobra fácil para
beneficiarse sin mucho trabajo.
P: Consideremos el significado de la palabra “espiritualidad” como un
estado de conciencia en que los seres humanos son plenamente capaces de
controlar las potencialidades de la especie, logro que se obtiene
trascendiendo la simple condición de animal, por medio de un arduo
acondicionamiento psíquico, moral e intelectual. ¿Está de acuerdo con
esta afirmación? ¿Cómo se integra el mundo de don Juan en este contexto?
R: Para don Juan Matus, como un chamán pragmático y lleno de cordura,
“la espiritualidad” era una idealidad vacía, una aseveración sin
fundamento que nos parece muy bella porque está incrustada en conceptos
literarios y expresiones poéticas, pero que nunca pasa de ahí.
Los chamanes como don Juan son esencialmente prácticos. Para ellos
sólo existe un universo predatorio, donde la inteligencia o la
conciencia de ser son el producto de desafíos de vida o muerte. Él se
consideraba un navegante del Infinito y decía que para navegar en lo
desconocido, como lo hace un chamán, uno necesita pragmatismo ilimitado,
cordura sin medida y “agallas de acero”.
En vista de todo esto don Juan creía que “la espiritualidad” es
simplemente una descripción de algo imposible de lograr bajo los
patrones del mundo cotidiano, y no es un modo vivo de actuar.
P: Usted ha señalado que su actividad literaria se debe a las
instrucciones de don Juan, lo mismo que la de Taisha Abelar y Florinda
Donner-Grau. ¿Con qué objetivo?
R: El objetivo de escribir los libros fue dado por don Juan. Él
aseveraba que si uno no es escritor, aún puede escribir, pero el
escribir se transforma de una acción literaria en una acción
chamanística. Quien decide el tema y el desarrollo de un libro no es la
mente del escritor, sino una fuerza que los chamanes consideran como la
base del universo y a la que llaman el Intento. Es el Intento quien
decide la producción de un chamán, ya sea literaria o cualquier otra.
De acuerdo con don Juan, un practicante de chamanismo tiene el deber,
la obligación de saturarse con toda la información disponible. El
trabajo de un chamán es el de informarse de una manera plena de todo lo
posible relacionado con el tópico de su interés. El acto chamanístico
consiste en abandonar todo interés de dirigir el curso que tal
información tome. “Quien arregla las ideas que nacen de tal fuente de
información no es el chamán -decía don Juan-, sino el Intento. El chamán
es simplemente un conducto impecable”. El escribir era para don Juan un
desafío chamanístico, no una tarea literaria.
P: Si me permite la siguiente afirmación, su obra plantea conceptos
estrechamente relacionados con las doctrinas filosóficas orientales,
pero resulta contradictoria con lo que se conoce comúnmente de la
cultura indígena mexicana. ¿Dónde se encuentran las similitudes y
diferencias entre una y otra?
R: No tengo la menor idea. No soy erudito ni en lo uno ni en lo otro.
Mi trabajo consiste en una información fenomenológica del mundo
cognitivo al que me introdujo don Juan Matus. Desde el punto de vista de
la fenomenología como método filosófico, no es posible llegar a
aseveraciones relacionadas con el fenómeno bajo escrutinio. El mundo de
don Juan Matus es tan vasto, misterioso y contradictorio que no se
presta a un ejercicio de exposición lineal; como mucho, se puede
describir, y esto haciendo un esfuerzo supremo.
P: Asumiendo que las enseñanzas de don Juan han pasado a formar parte
de la literatura ocultista, ¿qué opinión le merecen otras enseñanzas,
por ejemplo, las filosofías masónica, Rosacruz, el Hermetismo, y
disciplinas tales como la Cábala, el Tarot y la Astrología,
comparándolas con el nagualismo? ¿Ha tenido alguna vez o mantiene
contacto con alguna de estas vertientes o con sus seguidores?
R: De nuevo no tengo ni la menor idea de cuáles son las premisas, los
puntos de vista, ni los temas de tales disciplinas. Don Juan nos
presentó el problema de navegar en lo desconocido y esto nos toma todo
el esfuerzo disponible.
P: ¿Algunos de los conceptos de su obra, como el punto de encaje, las
emanaciones de energía que componen el universo, el mundo de los seres
inorgánicos, el Intento, el Acecho y el Ensueño, tienen una
contrapartida en el conocimiento occidental? Por ejemplo, hay quienes
ven en el hombre como huevo luminoso una expresión del aura…
R: No, nada de lo que don Juan nos enseñó parece tener una contrapartida en el conocimiento occidental, que yo sepa.
Una vez, cuando don Juan aún estaba presente, pasé un año entero a la
búsqueda de gurus, maestros, sabios que me dieran un indicio de lo que
estaban haciendo. Quería saber si había algo en el mundo de entonces que
fuera similar a lo que don Juan decía y hacía.
Mis recursos eran muy limitados y sólo me llevaron a conocer a los
maestros establecidos que tenían millares de seguidores, y
desgraciadamente no pude encontrar nada parecido.
P: Concentrándonos ahora específicamente en su obra, sus lectores nos
encontramos a Carlos Castaneda diferentes. Primero, a un académico
occidental algo inepto y permanentemente desconcertado ante el poder de
ancianos indios cono don Juan y don Genaro (principalmente en Las
Enseñanzas de don Juan, Una Realidad Aparte, Viaje a Ixtlán, Relatos de
Poder y El Segundo Anillo de Poder); luego, con un aprendiz de chamán
avezado (en El Don del Águila, El Fuego Interior, El Conocimiento
Silencioso y, especialmente, en El Arte de Ensoñar). Si está de acuerdo
con esta apreciación, ¿cuándo y cómo desapareció uno para dejar paso al
otro?
R: No me considero ni chamán, ni maestro, ni estudiante avanzado de
chamanismo, ni tampoco me considero un antropólogo o científico social
del mundo occidental. Mis presentaciones han sido todas descripciones de
un fenómeno imposible de discernir bajo las condiciones del
conocimiento lineal del mundo occidental. Jamás pude dar a lo que me
enseñaba don Juan una explicación de causa y efecto o tuve la
posibilidad de predecir lo que él iba a decir o lo que iba a pasar. Bajo
estas condiciones, el paso de un estado a otro es subjetivo y no algo
elaborado o producto de premeditación o sabiduría.
P: En su obra es posible encontrar episodios francamente increíbles
para la mentalidad occidental. ¿Cómo podría alguien no iniciado
comprobar que son verdaderas esas “realidades aparte” que usted
describe?
R: Se puede comprobar de una manera muy simple. Prestando el cuerpo
entero en vez del intelecto. Al mundo de don Juan no se puede entrar
intelectualmente como un diletante en pos de un conocimiento rápido y
pasajero, ni tampoco se puede comprobar nada. Lo único que se puede
hacer es llegar a un estado de conciencia acrecentada que nos permita
percibir al mundo que nos rodea de una manera más amplia. En otras
palabras, la meta del chamanismo de don Juan es romper los parámetros de
la percepción histórica y cotidiana, y entrar a percibir lo
desconocido. De ahí que él se llamara a sí mismo un navegante del
Infinito. Él sostenía que mas allá de los parámetros de la percepción
diaria, está el Infinito. Llegar a eso era la meta de su vida, y puesto
que él era un chamán extraordinario, nos inculcó a nosotros cuatro ese
deseo. Nos forzó a trascender el intelecto y a encarnar el concepto de
la ruptura de los parámetros de la percepción histórica.
P: Usted sostiene que la característica básica de los seres humanos
es su condición de “perceptores de energía”. Señala el movimiento del
punto de encaje como un imperativo para percibir energía directamente.
¿Para qué puede servir eso a un hombre del siglo XXI? ¿Cómo ayuda la
consecución de esta meta a la superación espiritual, según el concepto
antes definido?
R: Los chamanes como don Juan sostienen que todos los seres humanos
poseemos la capacidad de percibir energía directamente a medida que
fluye en el universo. Consideran que el punto de encaje, como ellos lo
llaman, es un punto que existe en el campo de energía total del hombre.
En otras palabras, cuando un chamán percibe a un hombre como energía que
fluye en el universo, “ve” a una bola luminosa. En esa bola luminosa el
chamán puede “ver” un punto de gran brillo que está situado a la altura
de los omóplatos y a la distancia de más o menos un metro detrás de
ellos. Los chamanes sostienen que allí es donde se realiza la
percepción, que la energía que fluye en el universo se transforma allí
en datos sensoriales y que esos datos sensoriales son luego
interpretados para dar como resultado el mundo de la vida cotidiana. Los
chamanes mantienen que se nos enseña a interpretar, por lo tanto, se
nos enseña a percibir.
El valor pragmático de percibir la energía directamente a medida que
fluye en el universo para el hombre del siglo XXI o del siglo I es el
mismo. Le permite ampliar los límites de su percepción y utilizar dentro
de sus medios ambientales tal ampliación. Don Juan decía que sería
extraordinario “ver” directamente la maravilla del orden y del caos del
universo.
P: Recientemente usted ha presentado una disciplina de ejercicios
físicos que denomina Tensegridad. ¿Puede explicarnos de qué se trata
exactamente? ¿Qué finalidad persigue? ¿Qué beneficios espirituales puede
encontrar en ella quien la practique de forma individual?
R: Según lo que nos enseñó don Juan Matus, los chamanes que vivieron
en México en tiempos antiquísimos descubrieron una serie de movimientos,
ejecutados con el cuerpo, que los llevaron a un estado de desarrollo
físico y mental de tal magnitud que decidieron llamar a tales
movimientos pases mágicos.
Don Juan nos dijo que por medio de sus pases mágicos, dichos chamanes
adquirieron un nivel de conciencia acrecentada que les permitió
ejecutar proezas de percepción indescriptibles.
Los pases mágicos fueron enseñados a través de generaciones solamente
a los practicantes de chamanismo, en medio de un tremendo secreto y de
complejos rituales. Así es como se los enseñaron a don Juan Matus, y así
es como él los transmitió a sus cuatro discípulos.
Nuestro esfuerzo ha consistido en extender la enseñanza de tales
pases mágicos a quien quiera aprenderlos. Los hemos llamado Tensegridad y
los hemos convertido, de movimientos enteramente personales y propios
de cada uno de los cuatro discípulos de don Juan, en movimientos
genéricos aplicables a cualquier persona.
La practica de la Tensegridad en forma individual o colectiva
promueve la salud, el vigor, la juventud y el bienestar general. Don
Juan decía que la práctica de los pases mágicos ayuda a acumular la
energía necesaria para acrecentar la conciencia y ampliar los parámetros
de la percepción.
P: Aparte de sus tres compañeras, los asistentes a sus seminarios han
conocido a otro grupo de personas, como los Chacmoles, las Rastreadoras
de Energía, los Elementos, el Explorador Azul… ¿Quienes son ellos? ¿Se
trata de una nueva partida de videntes dirigida por usted? Si es así,
¿cómo podría alguien integrarse en este grupo de aprendices?
R: Cada una de esas personas acerca de las que usted pregunta son
seres definidos que don Juan Matus como director de su linaje nos
encargó esperar. Él predijo la llegada de cada uno de ellos como parte
integral de una visión. Puesto que su linaje no podía continuar debido a
configuraciones energéticas propias de sus cuatro estudiantes, su
misión se transformó de perpetuar el linaje a cerrarlo, si fuera posible
con broche de oro.
Nosotros no estamos en posición de cambiar esta directiva. No podemos
buscar ni aceptar aprendices o miembros vigentes de la nueva visión de
don Juan. Lo único que podemos hacer es acceder a los dictámenes del
Intento.
El hecho de que se estén enseñando los pases mágicos, guardados con
celo por tantas generaciones, es una muestra de que sí se puede llegar a
ser parte de esta nueva visión de una manera indirecta a través de la
práctica de la Tensegridad y de la observación de las premisas del
camino del guerrero.
P: En Lectores del Infinito usted ha utilizado el término
“navegación” para definir lo que los brujos hacen. ¿Están prontos a izar
velas y levar anclas para iniciar el viaje definitivo? ¿Acabará con
ustedes el linaje de guerreros toltecas depositario de este
conocimiento?
R: Sí, efectivamente, el linaje de don Juan acaba con nosotros.
P: ¿Incluye el camino del guerrero el trabajo espiritual de la pareja, como se encuentra en otras propuestas?
R: El camino del guerrero incluye todo y a todos. Puede haber una
familia entera de guerreros impecables. La dificultad está en el
terrible hecho de que las relaciones individuales están basadas en
inversiones emocionales, las cuales se desmoronan en el momento en el
que el practicante realmente practica lo que aprende. Por lo regular, en
el mundo diario, las inversiones emocionales nunca son examinadas y
vivimos una vida entera esperando que nos correspondan. Don Juan decía
que mi manera de vivir y de sentir se describía de una manera muy
simple: “yo sólo doy lo que me dan”, y que yo era un inversor
empedernido.
P: Si alguien quisiera emprender el trabajo espiritual ajustándose al
conocimiento difundido en sus libros, ¿a qué posibilidades de avance
puede aspirar? ¿Qué recomendaciones formularía a quienes desean poner en
práctica por propia cuenta las enseñanzas de don Juan?
R: No hay manera alguna de poner un límite a lo que uno puede lograr
de un modo individual si el intento es un intento impecable. Las
enseñanzas de don Juan no son espirituales, lo repito de nuevo, puesto
que esta cuestión ha salido a la superficie una y otra vez. La idea de
la espiritualidad no encaja con la disciplina férrea del guerrero. Lo
que más cuenta para un chamán como don Juan es la idea del pragmatismo.
Cuando conocí a don Juan yo me creía un hombre práctico, un científico
social lleno de objetividad y pragmatismo. Él acabó con mis ínfulas y me
hizo ver que como verdadero hombre occidental, yo no tenía nada de
pragmático y nada de espiritual. Llegué a entender que yo simplemente
repetía el vocablo “espiritualidad” para oponerlo a lo mercenario del
mundo de todos los días. Quería alejarme de la manera más certera del
mercantilismo de la vida diaria y a ese afán yo le llamaba
espiritualidad. Cuando don Juan me exige llegar a una conclusión, a una
definición de lo que yo consideraba espiritual, me di cuenta de que él
estaba en lo cierto. Yo no sabía lo que decía.
Suena un poco petulante decir lo que estoy diciendo, pero no hay otra
manera de decirlo. Lo que quiere un chamán como don Juan es el
engrandecimiento de la conciencia de ser, esto es, poder percibir con
todas las posibilidades humanas de percepción, lo que implica una labor
descomunal y un propósito sin medida, cosas que no pueden ser suplidas
por la espiritualidad en el mundo occidental.
P: ¿Hay algo que le gustaría explicarnos a los sudamericanos,
especialmente a los chilenos? ¿Quisiera exponer otros planteamientos,
además de los formulados?
R: No tengo nada más que añadir. Todos los seres humanos estamos en
el mismo nivel. Al comienzo de mi aprendizaje con don Juan Matus él
trató de hacerme ver lo común de la situación del hombre. Yo, como
sudamericano, estaba muy involucrado intelectualmente con la idea de la
reforma social. Un día le planteé la pregunta que yo creía era fatal. Le
dije: ¿cómo es posible, don Juan, que usted permanezca impasible ante
la situación espantosa de sus congéneres, los indios yaquis de Sonora?
Yo sabía que un porcentaje de la población yaqui sufría de tuberculosis y que no tenía remedio por su condición económica.
Sí – me dijo don Juan- es una cosa muy triste, pero figúrate que
también es muy triste tu situación, y si tú crees estar en condiciones
mejores que los indios yaquis, te equivocas. Es la condición del hombre
en general el permanecer en un estado espeluznante de caos. Nadie está
mejor que otro. Todos somos seres que vamos a morir, y a menos que
tomemos en cuenta cabal esta situación, no hay remedio para nosotros.
Este es otro punto del pragmatismo de los chamanes: el darse cuenta
de que somos seres que vamos a morir. Los chamanes afirman que así todo
adquiere una medida y un orden trascendental.