El Camino Sin Resistencia
¿Nada se pierde?
¿Todo se transforma?
¡Se pierde la forma!
Quizás ésta sea la dificultad más grande en el tiempo del cambio y con el paso del tiempo: que intentamos aferrarnos a la forma que hemos dejado atrás.
Si el tiempo no es más que el movimiento en el espacio, puede que el tiempo, como nosotros lo percibimos, sea un lugar en el espacio por donde pasa la Tierra. Externamente, para la naturaleza, p.ej. el tiempo de los dinosaurios; o para la historia de la humanidad, el desarrollo de las diversas civilizaciones, las eras, etc.
Si lo vemos subjetivamente sería un lugar o dimensión de nuestra consciencia, en el que percibimos el tiempo de una forma determinada; la niñez, por ejemplo, es un estado determinado de conciencia con una forma de percepción propia.
Ya sea en un caso o el otro, cuando intentamos mantener la forma que se aleja de nosotros (la forma de la juventud, el apogeo del éxito, el enamoramiento con una pareja, etc.) ofrecemos resistencia al fluir con nuestro tiempo, es decir, con el movimiento y la evolución por la que están pasando la Madre Tierra y nuestra alma en el momento presente.
Si no ofrecemos resistencia y simplemente contemplamos lo que (nos) está ocurriendo, si nos ubicamos en nuestro eje central y sólo observamos y fluimos, tratando de comprender qué estamos pasando, por qué, qué significa para nosotros, qué partes se ven afectadas, qué podemos aprender, ayudar, solucionar, crecer, evolucionar…. Si alguna parte sufre y tratamos de comprender por qué esa parte se aferra a ese punto y rechaza la transformación….
Tenemos que comprender lo que significa querer “quedarse” en una forma que no quiere cambiar. O no querer aceptar la forma en la que estamos deviniendo, deseando que fuera otra nuestra realidad.
En ambos casos estamos ofreciendo resistencia al fluir armónico con el presente continuo, y eso nos desgasta y descoloca, apartándonos de nuestro centro.
El camino sin resistencia nos aconseja ser como el agua, entender nuestra conciencia, nuestra identidad der ser luz líquida que fluye con la Madre Tierra y el Gran Espíritu, Inteligencia Universal, en un movimiento que comprende a todo el Cosmos.
Así, como un líquido, pasaremos de una forma a otra sin dolor, en la constante transformación de la evolución del alma.
Nada está quieto.
Meditación “Yo Líquido”
Tiéndete en un lugar silencioso, toca una vez un gong o un cuenco para detener el tiempo.
Cuenta para abajo de 10 a 1, cuando llegas a 1 di: “Ahora soy uno contigo, Madre Tierra, Gran Espíritu”.
Relájate. Respira en tu vientre. Localiza tu conciencia “Yo Soy” en tu cuerpo, ¿dónde estás? Coloca una mano sobre el lugar en tu cuerpo dónde está tu “yo” en este momento.
Siente tu “yo” como un punto de luz. Deja caer la mano, relájate. Siente tu yo y permite que su luz se expanda hasta ser un pequeño círculo luminoso.
Respira en él y permite que se agrande y tome la forma de una bola de luz ambarina, cálida, como la luz de una vela.
Respira en esa esfera de luz y comprende que su interior es líquido. Es miel. Es miel luminosa. Es una luz dulce y cálida. Es suave. Se mueve. Se mueve muy lentamente, como ámbar derretido.
Respira en tu “YO” que se siente como una luz de miel cálida y permite que fluya un poquito.
Respira y expande tu “yo luz miel luminosa” y muévete un poco hacia tu hombro izquierdo.
Respira y deslízate por tu brazo izquierdo hasta el codo. Da vueltas allí, sintiendo “Yo estoy aquí” despacio, suave, cálidamente, siente cómo el músculo se relaja y toda tensión desaparece.
Respira y deslízate por tu antebrazo hasta la muñeca, repite la experiencia.
Respira y llena tu mano izquierda, la palma, los dedos, recuerda cuánto ha hecho esta mano por ti, permite que tu “yo soy luz líquida dulce y cálida” sea amor, agradecimiento y perdón.
Respira y deslízate hacia tu hombro sintiendo cómo tu yo es una energía y una conciencia de ser líquido. Dirígete a tu hombro derecho y repite la experiencia con tu brazo derecho.
Respira y vuelve a los hombros, baja y deslízate por tu pecho, expándete y recórrete, siéntete luz, transparente, calidez líquida que traspasa órganos y células. Permanece donde haya dolor o tensión, poniendo amor, perdón, calor.
Respira y recorre de esta forma todo tu cuerpo, entra en tu columna, llena tu vientre, baja por tus piernas. Llena tus pies, agradéceles haberte llevado toda tu vida, desde tus primeros pasitos de bebé, entra en los músculos de los pies, los tendones, los huesitos, los nervios, la piel, las uñas… entra en cada célula como luz, calor, amor y perdón…
Respira y sube por tu cuerpo hasta tu cuello, hazlo llenándote de ti, de la conciencia de habitar cada una de tus células como la luz que la invade y vivifica.
Respira y sube por tu cuello y llena tu cabeza, tu cráneo, tu cara, tus ojos, tu nariz, tu boca, tus labios, tu lengua… siente agradecimiento.
Respira en tu cabeza sintiendo tu cuerpo y tu cabeza llenos de tu luz dorada, cálida, dulce, suave.
Respira y ve a tu oído izquierdo, toma conciencia de él, ve a tu oído derecho, toma consciencia de él. Respira y escucha.
Respira y escucha con tu luz y siente cómo tu luz resuena y brilla y se expande… y agradece.
Respira y conecta con los otros sentidos, con la vista y el olfato y el gusto y el tacto siente cómo tu luz fluye en olas de amor, agradecimiento y perdón que recorren tu cuerpo de arriba abajo.
Respira y fluye en tu cuero cabelludo y en tu pelo, siente cómo cada fibra de tu pelo es un rayo de luz.
Respira y fluye en tu piel, siente tu piel como envoltorio luminoso, sensible, cálido, húmedo, protector… Siente que tu piel es el contacto con el mundo y agradece y perdona y ámala.
Respira y vuelve a tu interior y fluye a tu cabeza. Entra en tu cerebro y vuelve a ser ese punto de luz que se agranda y es un círculo, un disco dorado y brillante, y luego una esfera luminosa llena de miel que fluye y se mueve… Ubícate en el centro líquido de tu esfera luminosa y siente “Yo Soy Quien Piensa Aquí”.
Respira y ama tu capacidad de pensar y saber y recordar… ama todas las funciones de tu cerebro, agradece a la Inteligencia Divina estas facultades. Respira.
Respira y fluye hacia tu pecho y conecta con “Yo Soy Quien Siente Aquí”. Siente agradecimiento por el Amor.
Recuerda que Dios es Amor.
Respira.
Deja que el Amor Luz te inunde.
Respira.
Recuerda que Dios es Amor y Luz.
Respira.
Recuerda que Dios es la Luz en ti.
Respira.
Respira y fluye por tu cuerpo y tu cabeza en olas lentas, suaves y dulces, toma plena conciencia de tu “Yo Líquido” que se pasea por tu cuerpo con delicia, y disfruta respirando: “Yo Soy Quien Vive Aquí”.
Respira, distiéndete, expándete y permite a tu luz invadir tu aura y reafirmar tu huevo luminoso.
Respira, concéntrate en tu vida, siente tu luz adentro, afuera, arriba, abajo.
Respira. Activa tu memoria, recuerda tu vida, conecta tu recuerdo con tu luz. Todo lo que fuiste, lo que eres y lo que serás está en tu huevo luminoso en conjunto ahora.
Respira.
Envuelve el recuerdo con tu luz, fluye en él.
Respira.
Di en las cuatro direcciones: “Perdóname. Te perdono. Perdóname. Te perdono. Perdóname. Te perdono. Perdóname. Te perdono.” Di hacia tu centro: “Perdóname. Te perdono”.
Respira.
Descansa.
Deja que tu Yo Líquido sea un lago luminoso en calma que refleja un sol.
Respira y recuerda que Dios es Amor, es Luz, es Vida.
Respira.
Descansa en la Mano de Dios.
Cuando sientas que has terminado di:
”Cuando diga 5 estaré despierto y me sentiré muy bien”. Cuenta de 1 a 3, repite la orden, cuenta 4, 5.
Levántate y agradece en las cuatro direcciones, a la Madre Tierra y al Padre Cielo.