5 palancas contra la pereza
Si el abatimiento y la pereza se están cebando contigo o a base de tus energías, deja de sentir lástima por ti mismo y da un paso decidido hacia el sacrificio, la obligación, el compromiso. ¿Que suena mal? Indudablemente, pero no vamos a camuflarte la vedad. Es lo que hay.
Sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero existen unas claves para que te pongas a actuar y vencer la desidia. Para dejar de ser perezoso, se exige una dosis grande de valentía puesto que muchas veces la inactividad ha dejado una capa de “óxido” abundante en la productividad, por lo que nuestros primeros movimientos para ser mejores serán torpes.
Vamos a ver esas palancas principales:
Rompe la inercia
No cabe otra. Para vencer esa inercia que te mantiene indefinidamente en un estado de desgano, pereza e improductividad, es necesario producir un movimiento decidido en sentido contrario. Un primer estímulo positivo. Siempre os decimos lo mismo. Un buen lugar para producir ese golpe clave a la pereza es un día de trabajo de limpieza en tu cuarto de estudio, ordenando y simplificando al máximo el sitio donde trabajas, mezclando esa primera decisión en tu fuero interno, con la propia actividad física: un símbolo de que vas a cambiar para mejor.
Plena concentración
Imponte pequeños ejercicios con los que vayas mejorando tu capacidad de concentrarte en una actividad de trabajo. Se trata de que seas capaz de acostumbrarte a sesiones de estudio de buena intensidad y que seas capaces de rendir en ellas, sin que parezca que te están torturando. Por ejemplo, puedes intentar recordar al final del día todo lo que has hecho desde que te levantaste: tómate tu tiempo y ve escribiendo en un papel, de forma muy escueta pero en orden, todo lo que has hecho a lo largo de la jornada. Cuantos más detalles consigas describir, mucho mejor
Excusas fuera
La culpa de tu ser perezoso no la tiene la herencia genética, ni la sociedad, ni el profe ni la escuela, ni… Mira en el espejo al único culpable. Fíjate cómo las excusas son muchas veces un colchón donde rebozamos y justificamos nuestra desidia: “si me tienen manía, ¿para qué voy a hacer nada?”, decimos. Y nos quedamos tan tranquilos, pensando que así todo se arreglará. Más vale empezar a actuar y poner las vías necesarias para que nuestro “tren” vaya hacia donde queremos que vaya, porque nadie va a ayudarnos en esto.
Saber elegir
No llegamos a todo. Es imposible y frustra. Claro que frustra, y muchas veces las frustraciones acaban en pasividad. Es importante que tengas muy claro qué es lo que quieres estudiar, para qué quieres estudiar, cuál es el objetivo último de todo lo que haces, y si eso lo tienes muy claro, no habrá nada que te paralice para lograrlo. La situación podrá ser más o menos favorable, pero tu determinación vencerá muchas barreras. Créeme. Cuando hay que elegir entre cosas que no gusten, siempre la que más cueste cuando nuestra energía está más íntegra ;-) Pero, elige. Decide, es imposible estar en todo a la vez.
Es que no me da tiempo…
Hay miles de proyectos y de cosas superinteresantes que nunca se empezaron porque quien tenía que empezarlos dijo un día “No me da tiempo a…” o “como no me da tiempo a esto, para hacerlo mal no lo hago” Cuando decimos eso lo que acabamos haciendo es postergar la tarea, postergarla a cuando tengamos más tiempo pero si mañana, o al día siguiente, no tenemos ese tiempo disponible, haremos lo mismo. El mayor alimento de un perezoso es la procrastinación, ya te hemos hablado de este palabro tan raro alguna vez.
Comete errores
Esperar al momento en que se den todas las condiciones propicias para realizar una tarea, o estudiar algo determinado, o emprender un proyecto, es estar esperando a una situación ideal que a lo mejor no llega nunca o tarda mucho en aparecer. Muchas veces decimos “No hago esto hasta que…” y con eso empezamos a añadir una milla más a la carretera de la pereza. Empieza a hacer con lo que tengas, esté como esté, aunque yerres y te equivoques: es mejor hacer y equivocarse que no haberlo ni intentado.
Debemos ser testimonio de nuestra nueva percepción, de nuestra nueva creencia, de nuestra nueva forma de entender y ver la vida. No basta con saber, hay que Ser, hay que actuar, hay que vivirlo. Entonces es cuando somos dioses en potencia reconociendonos herederos de la Energia Creadora y aceptando esta herencia con gratitud y amor Perdoname, Lo siento, Te amo, Gracias
lunes, 16 de junio de 2014
5 palancas contra la pereza Rincón del Vago
5 palancas contra la pereza
Si el abatimiento y la pereza se están cebando contigo o a base de tus energías, deja de sentir lástima por ti mismo y da un paso decidido hacia el sacrificio, la obligación, el compromiso. ¿Que suena mal? Indudablemente, pero no vamos a camuflarte la vedad. Es lo que hay.
Sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero existen unas claves para que te pongas a actuar y vencer la desidia. Para dejar de ser perezoso, se exige una dosis grande de valentía puesto que muchas veces la inactividad ha dejado una capa de “óxido” abundante en la productividad, por lo que nuestros primeros movimientos para ser mejores serán torpes.
Vamos a ver esas palancas principales:
Rompe la inercia
No cabe otra. Para vencer esa inercia que te mantiene indefinidamente en un estado de desgano, pereza e improductividad, es necesario producir un movimiento decidido en sentido contrario. Un primer estímulo positivo. Siempre os decimos lo mismo. Un buen lugar para producir ese golpe clave a la pereza es un día de trabajo de limpieza en tu cuarto de estudio, ordenando y simplificando al máximo el sitio donde trabajas, mezclando esa primera decisión en tu fuero interno, con la propia actividad física: un símbolo de que vas a cambiar para mejor.
Plena concentración
Imponte pequeños ejercicios con los que vayas mejorando tu capacidad de concentrarte en una actividad de trabajo. Se trata de que seas capaz de acostumbrarte a sesiones de estudio de buena intensidad y que seas capaces de rendir en ellas, sin que parezca que te están torturando. Por ejemplo, puedes intentar recordar al final del día todo lo que has hecho desde que te levantaste: tómate tu tiempo y ve escribiendo en un papel, de forma muy escueta pero en orden, todo lo que has hecho a lo largo de la jornada. Cuantos más detalles consigas describir, mucho mejor
Excusas fuera
La culpa de tu ser perezoso no la tiene la herencia genética, ni la sociedad, ni el profe ni la escuela, ni… Mira en el espejo al único culpable. Fíjate cómo las excusas son muchas veces un colchón donde rebozamos y justificamos nuestra desidia: “si me tienen manía, ¿para qué voy a hacer nada?”, decimos. Y nos quedamos tan tranquilos, pensando que así todo se arreglará. Más vale empezar a actuar y poner las vías necesarias para que nuestro “tren” vaya hacia donde queremos que vaya, porque nadie va a ayudarnos en esto.
Saber elegir
No llegamos a todo. Es imposible y frustra. Claro que frustra, y muchas veces las frustraciones acaban en pasividad. Es importante que tengas muy claro qué es lo que quieres estudiar, para qué quieres estudiar, cuál es el objetivo último de todo lo que haces, y si eso lo tienes muy claro, no habrá nada que te paralice para lograrlo. La situación podrá ser más o menos favorable, pero tu determinación vencerá muchas barreras. Créeme. Cuando hay que elegir entre cosas que no gusten, siempre la que más cueste cuando nuestra energía está más íntegra ;-) Pero, elige. Decide, es imposible estar en todo a la vez.
Es que no me da tiempo…
Hay miles de proyectos y de cosas superinteresantes que nunca se empezaron porque quien tenía que empezarlos dijo un día “No me da tiempo a…” o “como no me da tiempo a esto, para hacerlo mal no lo hago” Cuando decimos eso lo que acabamos haciendo es postergar la tarea, postergarla a cuando tengamos más tiempo pero si mañana, o al día siguiente, no tenemos ese tiempo disponible, haremos lo mismo. El mayor alimento de un perezoso es la procrastinación, ya te hemos hablado de este palabro tan raro alguna vez.
Comete errores
Esperar al momento en que se den todas las condiciones propicias para realizar una tarea, o estudiar algo determinado, o emprender un proyecto, es estar esperando a una situación ideal que a lo mejor no llega nunca o tarda mucho en aparecer. Muchas veces decimos “No hago esto hasta que…” y con eso empezamos a añadir una milla más a la carretera de la pereza. Empieza a hacer con lo que tengas, esté como esté, aunque yerres y te equivoques: es mejor hacer y equivocarse que no haberlo ni intentado.
Si el abatimiento y la pereza se están cebando contigo o a base de tus energías, deja de sentir lástima por ti mismo y da un paso decidido hacia el sacrificio, la obligación, el compromiso. ¿Que suena mal? Indudablemente, pero no vamos a camuflarte la vedad. Es lo que hay.
Sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero existen unas claves para que te pongas a actuar y vencer la desidia. Para dejar de ser perezoso, se exige una dosis grande de valentía puesto que muchas veces la inactividad ha dejado una capa de “óxido” abundante en la productividad, por lo que nuestros primeros movimientos para ser mejores serán torpes.
Vamos a ver esas palancas principales:
Rompe la inercia
No cabe otra. Para vencer esa inercia que te mantiene indefinidamente en un estado de desgano, pereza e improductividad, es necesario producir un movimiento decidido en sentido contrario. Un primer estímulo positivo. Siempre os decimos lo mismo. Un buen lugar para producir ese golpe clave a la pereza es un día de trabajo de limpieza en tu cuarto de estudio, ordenando y simplificando al máximo el sitio donde trabajas, mezclando esa primera decisión en tu fuero interno, con la propia actividad física: un símbolo de que vas a cambiar para mejor.
Plena concentración
Imponte pequeños ejercicios con los que vayas mejorando tu capacidad de concentrarte en una actividad de trabajo. Se trata de que seas capaz de acostumbrarte a sesiones de estudio de buena intensidad y que seas capaces de rendir en ellas, sin que parezca que te están torturando. Por ejemplo, puedes intentar recordar al final del día todo lo que has hecho desde que te levantaste: tómate tu tiempo y ve escribiendo en un papel, de forma muy escueta pero en orden, todo lo que has hecho a lo largo de la jornada. Cuantos más detalles consigas describir, mucho mejor
Excusas fuera
La culpa de tu ser perezoso no la tiene la herencia genética, ni la sociedad, ni el profe ni la escuela, ni… Mira en el espejo al único culpable. Fíjate cómo las excusas son muchas veces un colchón donde rebozamos y justificamos nuestra desidia: “si me tienen manía, ¿para qué voy a hacer nada?”, decimos. Y nos quedamos tan tranquilos, pensando que así todo se arreglará. Más vale empezar a actuar y poner las vías necesarias para que nuestro “tren” vaya hacia donde queremos que vaya, porque nadie va a ayudarnos en esto.
Saber elegir
No llegamos a todo. Es imposible y frustra. Claro que frustra, y muchas veces las frustraciones acaban en pasividad. Es importante que tengas muy claro qué es lo que quieres estudiar, para qué quieres estudiar, cuál es el objetivo último de todo lo que haces, y si eso lo tienes muy claro, no habrá nada que te paralice para lograrlo. La situación podrá ser más o menos favorable, pero tu determinación vencerá muchas barreras. Créeme. Cuando hay que elegir entre cosas que no gusten, siempre la que más cueste cuando nuestra energía está más íntegra ;-) Pero, elige. Decide, es imposible estar en todo a la vez.
Es que no me da tiempo…
Hay miles de proyectos y de cosas superinteresantes que nunca se empezaron porque quien tenía que empezarlos dijo un día “No me da tiempo a…” o “como no me da tiempo a esto, para hacerlo mal no lo hago” Cuando decimos eso lo que acabamos haciendo es postergar la tarea, postergarla a cuando tengamos más tiempo pero si mañana, o al día siguiente, no tenemos ese tiempo disponible, haremos lo mismo. El mayor alimento de un perezoso es la procrastinación, ya te hemos hablado de este palabro tan raro alguna vez.
Comete errores
Esperar al momento en que se den todas las condiciones propicias para realizar una tarea, o estudiar algo determinado, o emprender un proyecto, es estar esperando a una situación ideal que a lo mejor no llega nunca o tarda mucho en aparecer. Muchas veces decimos “No hago esto hasta que…” y con eso empezamos a añadir una milla más a la carretera de la pereza. Empieza a hacer con lo que tengas, esté como esté, aunque yerres y te equivoques: es mejor hacer y equivocarse que no haberlo ni intentado.
5 palancas contra la pereza Rincón del Vago
5 palancas contra la pereza
Si el abatimiento y la pereza se están cebando contigo o a base de tus energías, deja de sentir lástima por ti mismo y da un paso decidido hacia el sacrificio, la obligación, el compromiso. ¿Que suena mal? Indudablemente, pero no vamos a camuflarte la vedad. Es lo que hay.
Sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero existen unas claves para que te pongas a actuar y vencer la desidia. Para dejar de ser perezoso, se exige una dosis grande de valentía puesto que muchas veces la inactividad ha dejado una capa de “óxido” abundante en la productividad, por lo que nuestros primeros movimientos para ser mejores serán torpes.
Vamos a ver esas palancas principales:
Rompe la inercia
No cabe otra. Para vencer esa inercia que te mantiene indefinidamente en un estado de desgano, pereza e improductividad, es necesario producir un movimiento decidido en sentido contrario. Un primer estímulo positivo. Siempre os decimos lo mismo. Un buen lugar para producir ese golpe clave a la pereza es un día de trabajo de limpieza en tu cuarto de estudio, ordenando y simplificando al máximo el sitio donde trabajas, mezclando esa primera decisión en tu fuero interno, con la propia actividad física: un símbolo de que vas a cambiar para mejor.
Plena concentración
Imponte pequeños ejercicios con los que vayas mejorando tu capacidad de concentrarte en una actividad de trabajo. Se trata de que seas capaz de acostumbrarte a sesiones de estudio de buena intensidad y que seas capaces de rendir en ellas, sin que parezca que te están torturando. Por ejemplo, puedes intentar recordar al final del día todo lo que has hecho desde que te levantaste: tómate tu tiempo y ve escribiendo en un papel, de forma muy escueta pero en orden, todo lo que has hecho a lo largo de la jornada. Cuantos más detalles consigas describir, mucho mejor
Excusas fuera
La culpa de tu ser perezoso no la tiene la herencia genética, ni la sociedad, ni el profe ni la escuela, ni… Mira en el espejo al único culpable. Fíjate cómo las excusas son muchas veces un colchón donde rebozamos y justificamos nuestra desidia: “si me tienen manía, ¿para qué voy a hacer nada?”, decimos. Y nos quedamos tan tranquilos, pensando que así todo se arreglará. Más vale empezar a actuar y poner las vías necesarias para que nuestro “tren” vaya hacia donde queremos que vaya, porque nadie va a ayudarnos en esto.
Saber elegir
No llegamos a todo. Es imposible y frustra. Claro que frustra, y muchas veces las frustraciones acaban en pasividad. Es importante que tengas muy claro qué es lo que quieres estudiar, para qué quieres estudiar, cuál es el objetivo último de todo lo que haces, y si eso lo tienes muy claro, no habrá nada que te paralice para lograrlo. La situación podrá ser más o menos favorable, pero tu determinación vencerá muchas barreras. Créeme. Cuando hay que elegir entre cosas que no gusten, siempre la que más cueste cuando nuestra energía está más íntegra ;-) Pero, elige. Decide, es imposible estar en todo a la vez.
Es que no me da tiempo…
Hay miles de proyectos y de cosas superinteresantes que nunca se empezaron porque quien tenía que empezarlos dijo un día “No me da tiempo a…” o “como no me da tiempo a esto, para hacerlo mal no lo hago” Cuando decimos eso lo que acabamos haciendo es postergar la tarea, postergarla a cuando tengamos más tiempo pero si mañana, o al día siguiente, no tenemos ese tiempo disponible, haremos lo mismo. El mayor alimento de un perezoso es la procrastinación, ya te hemos hablado de este palabro tan raro alguna vez.
Comete errores
Esperar al momento en que se den todas las condiciones propicias para realizar una tarea, o estudiar algo determinado, o emprender un proyecto, es estar esperando a una situación ideal que a lo mejor no llega nunca o tarda mucho en aparecer. Muchas veces decimos “No hago esto hasta que…” y con eso empezamos a añadir una milla más a la carretera de la pereza. Empieza a hacer con lo que tengas, esté como esté, aunque yerres y te equivoques: es mejor hacer y equivocarse que no haberlo ni intentado.
Si el abatimiento y la pereza se están cebando contigo o a base de tus energías, deja de sentir lástima por ti mismo y da un paso decidido hacia el sacrificio, la obligación, el compromiso. ¿Que suena mal? Indudablemente, pero no vamos a camuflarte la vedad. Es lo que hay.
Sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero existen unas claves para que te pongas a actuar y vencer la desidia. Para dejar de ser perezoso, se exige una dosis grande de valentía puesto que muchas veces la inactividad ha dejado una capa de “óxido” abundante en la productividad, por lo que nuestros primeros movimientos para ser mejores serán torpes.
Vamos a ver esas palancas principales:
Rompe la inercia
No cabe otra. Para vencer esa inercia que te mantiene indefinidamente en un estado de desgano, pereza e improductividad, es necesario producir un movimiento decidido en sentido contrario. Un primer estímulo positivo. Siempre os decimos lo mismo. Un buen lugar para producir ese golpe clave a la pereza es un día de trabajo de limpieza en tu cuarto de estudio, ordenando y simplificando al máximo el sitio donde trabajas, mezclando esa primera decisión en tu fuero interno, con la propia actividad física: un símbolo de que vas a cambiar para mejor.
Plena concentración
Imponte pequeños ejercicios con los que vayas mejorando tu capacidad de concentrarte en una actividad de trabajo. Se trata de que seas capaz de acostumbrarte a sesiones de estudio de buena intensidad y que seas capaces de rendir en ellas, sin que parezca que te están torturando. Por ejemplo, puedes intentar recordar al final del día todo lo que has hecho desde que te levantaste: tómate tu tiempo y ve escribiendo en un papel, de forma muy escueta pero en orden, todo lo que has hecho a lo largo de la jornada. Cuantos más detalles consigas describir, mucho mejor
Excusas fuera
La culpa de tu ser perezoso no la tiene la herencia genética, ni la sociedad, ni el profe ni la escuela, ni… Mira en el espejo al único culpable. Fíjate cómo las excusas son muchas veces un colchón donde rebozamos y justificamos nuestra desidia: “si me tienen manía, ¿para qué voy a hacer nada?”, decimos. Y nos quedamos tan tranquilos, pensando que así todo se arreglará. Más vale empezar a actuar y poner las vías necesarias para que nuestro “tren” vaya hacia donde queremos que vaya, porque nadie va a ayudarnos en esto.
Saber elegir
No llegamos a todo. Es imposible y frustra. Claro que frustra, y muchas veces las frustraciones acaban en pasividad. Es importante que tengas muy claro qué es lo que quieres estudiar, para qué quieres estudiar, cuál es el objetivo último de todo lo que haces, y si eso lo tienes muy claro, no habrá nada que te paralice para lograrlo. La situación podrá ser más o menos favorable, pero tu determinación vencerá muchas barreras. Créeme. Cuando hay que elegir entre cosas que no gusten, siempre la que más cueste cuando nuestra energía está más íntegra ;-) Pero, elige. Decide, es imposible estar en todo a la vez.
Es que no me da tiempo…
Hay miles de proyectos y de cosas superinteresantes que nunca se empezaron porque quien tenía que empezarlos dijo un día “No me da tiempo a…” o “como no me da tiempo a esto, para hacerlo mal no lo hago” Cuando decimos eso lo que acabamos haciendo es postergar la tarea, postergarla a cuando tengamos más tiempo pero si mañana, o al día siguiente, no tenemos ese tiempo disponible, haremos lo mismo. El mayor alimento de un perezoso es la procrastinación, ya te hemos hablado de este palabro tan raro alguna vez.
Comete errores
Esperar al momento en que se den todas las condiciones propicias para realizar una tarea, o estudiar algo determinado, o emprender un proyecto, es estar esperando a una situación ideal que a lo mejor no llega nunca o tarda mucho en aparecer. Muchas veces decimos “No hago esto hasta que…” y con eso empezamos a añadir una milla más a la carretera de la pereza. Empieza a hacer con lo que tengas, esté como esté, aunque yerres y te equivoques: es mejor hacer y equivocarse que no haberlo ni intentado.
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