Se me hace evidente que la casa en la que vivimos es la prolongación de nuestra conciencia. Todos los animales necesitan un territorio, muchos marcan sus fronteras con sus orines. El primer gran motivo de estrés es perder a un ser amado. El segundo gran motivo es perder el territorio.
Mi maestro zen Ejo Takata, quien ya había vencido a su animal interior, no tenía territorio. Con sus escasas pertenencias se alojaba en los sitios que sus discípulos le prestaban. Poseía sólo dos trajes: uno para el verano y el otro para el invierno. Comía lo que encontraba en los desperdicios del mercado. Era digno y feliz…
El surrealista Andrés Breton vivía en un pequeño apartamento, en Pigalle, el barrio parisiense de cabarets y sex-chops. Un par de cuartos estrechos, llenos de cuadros, objetos curiosos y esculturas mágicas africanas…
Samuel Beckett vivía en el último piso de un edificio de arquitectura mediocre, con un mínimo de muebles, paredes blancas desnudas . Por la ventana se veía el alto muro de una cárcel…
Marcel Marceau vivía en una mansión con parque -arboles invadidos por telas de araña-, las paredes repletas de fotografías de él con gente famosa, actores de cine, presidentes, millonarios, etc. Sus muebles en la mayoría eran armarios donde exponía medallas, diplomas, trofeos. En un gran estudio, colgaban multitud de sus posters en diferentes idiomas…
La curandera Pachita vivía en un barrio pobre, en una vieja casa con muebles desvencijados, por todos lados frascos con plantas curativas, animales recogidos en la calle, perros, gatos, loros, monos. El olor a excremento era insoportable, pero cuando ella llegaba, la fetidez desaparecía y los muchos canarios enjaulados se ponían a cantar…
El honesto gurú Arnaud Desjardins habita en una escuela-parque con grandes salones, que alberga más de un centenar de discípulos. Duerme en una pequeña celda, con solo un catre de campaña y un velador. Lo comparte todo: no tiene nada para él que no sea para los otros…
Yo vivo en un espacio confortable con las paredes cubiertas de estantes llenos de libros. Me gusta, con los ojos cerrados, estirar una mano, tomar un volúmen y abrirlo: siempre encuentro unas palabras que resuenan en mis oidos como cantos de ángel…
Los objetos que te acompañan tiene una forma de vida, si los amas y les prestas atención, te aportan energía. Pero si son restos de un pasado conflictivo o los descuidas, actúan como vampiros, comiéndote la fuerza vital.
Respuesta de Alejandro Jodorowsky a Plano Sin Fin
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