Eugenia Plano
Corresponsal en Argentina / www.vidapositiva.com
Foto: Marc van der Aa
6 de junio 2012
Ser racional, parecería ser la cuestión. Cuando los problemas
abruman, no falta quien nos diga, “deja las emociones de lado, pensá en
frío”. Y así, intentamos ser quienes no somos y nos forzamos en esconder
debajo de la alfombra todo rastro sentimental que nos invada.Pero,
¿cuán efectivo es para resolver nuestros problemas o concretar objetivos
ser una versión distorsionada nosotros mismos? ¿Es mejor para alcanzar
nuestras metas neutralizar todo tipo de emoción? ¿Las emociones son
contraproducentes?. La Lic. Gisella Holc, psicóloga del Grupo Hémera
(Centro de Estudios para el stress y la ansiedad), explica que las
emociones no son ni buenas ni malas simplemente son señales internas en
pos de una mejor adaptación a nuestro entorno. Es decir, lejos de la
neutralización, detectar nuestros sentimientos nos permite conectar el
deseo con la realidad externa con el fin de lograr una mejor
supervivencia.
“Hay ejemplos muy claros sobre como las emociones son muy positivas:
la compasión nos pone en empatía con el otro, la culpa nos ayuda a
reparar y en el enojo que hay algo para resolver”, advierte la Lic Holc.
En este sentido, las emociones están a nuestro servicio, nos avisan que
algo nos sucede y nos dan la oportunidad de regular nuestro
funcionamiento mental, organizar los pensamientos y alinear con ellos
nuestros accionar. La clave estaría entonces en orientar las emociones
hacia la concreción de objetivos. Pero, ¿cómo lograrlo? ¿Cuál es la
forma de encontrar en nuestras percepciones o sentimientos la forma de
alcanzar metas?
En 1995 surgieron algunas respuestas a estas inquietudes. Bajo el
concepto de “Inteligencia emocional”, aquel año el autor Daniel Goleman
publicó “Emotional Intelligence” y derribó un mito: las emociones son
funcionales a la concreción de objetivos de toda índole, incluidos los
laborales. El especialista establece que la inteligencia emocional se
estructura en torno a cinco capacidades: conocer las emociones y
sentimientos propios, manejaros, reconocerlos y así, crear la propia
motivación y gestionar las relaciones. Bajo esta novedosa concepción,
las emociones no se piensan por separado, no se fragmentan o
distorsionan del sí mismo, sino que son parte importante en la búsqueda
por la realización. Pero en saber identificar y expresar los
sentimientos está el desafío.
“La inteligencia emocional no apunta al control de las emociones sino
al conocimiento, al ser consciente y poder regular su expresión. Si
bien no hay que controlar las emociones, tampoco hay que dejarse
invadir, avasallar por ellas. Pensar antes de actuar, o actuar pensando
para lograr acercarnos a nuestros objetivos o deseos en lugar de generar
comportamientos que nos alejen de ellos“, explica la Lic. Holc.
Entonces, ¿cómo leer las emociones? ¿Cuáles son las que resultan
contraproducentes para la concreción de nuestros objetivos? La
especialista de Hémera sostiene que una gran cantidad de pacientes
sufren a través de sus emociones “por descontroladas, desesperadas, o
bien porque hacen de ellas interpretaciones distorsionadas y su propia
expresión los pone en permanente conflicto con sus vínculos, por mal
manejo del enojo, por exceso de ansiedad, de rencores, etc“.
Sin dudas, las emociones son protagonistas en la biografía de la vida
de todo individuo tanto en su propia identidad como en el contexto que
lo abarca. Aprender a manejarlas a favor es indispensable para alcanzar
cualquier meta. “La dificultad en el manejo de las emociones es una de
las causas principales del padecimiento humano y por ende de consulta
terapéutica. Descubrir y aprender quienes somos y lograr ser dueños de
nuestras emociones y no que ellas nos tengan poseídos, es fundamental”,
explica la Lic. Holc. Además, afirma que la forma de lograr un buen
manejo de las emociones es saber cómo, cuándo y dónde expresarlas. “De
ninguna manera se trata de no sentir, sino de aprender a regular su
magnitud y su expresión“, agrega.
En este sentido, a las emociones debería pensárselas como parte de un
sistema de educación. La socialización de un niño se sustenta en el
aprendizaje en áreas fundamentales para la supervivencia, la formación y
la relación con los otros, pero no son preparados en la educación
emocional. “De chicos nos enseñan a caminar, a comer y hasta a dormir,
pero no nos enseñan, por ejemplo, a enojarnos adecuadamente. Las
emociones tienen un significado, un sentido. Enojarse no es lo mismo
para todos, cada uno tiene un sentido personal en su modo de sentir, y
este modo surge como resultado de experiencias tempranas, de vínculos
importantes, del tipo de familia, costumbres, etc. Cuando algo nos
sucede podemos aprovechar la oportunidad para preguntarnos qué está
pasando, por qué nos está pasando, para qué nos está pasando y esas
respuestas nos van a dar la idea del sentido, del por qué y para qué“,
explica la Lic. Holc.
Identificar para resolver, modificar o bien aceptar, las claves para
capitalizar nuestras emociones en pos de alcanzar nuestras metas y
objetivos. La trasparencia y la honestidad sobre quienes somos puede ser
el mejor vehículo para convertirnos en quienes queremos ser.
www.vidapositiva.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario