CONOCIMIENTO
El conocimiento es la capacidad de manejarnos en la vida. Es la hoja de ruta que, en la medida en que esté con mayor elaborada, nos podrá servir de verdadera guía ante los misterios de la existencia.
Nos proveemos de conocimiento cuando indagamos y sobre todo cuando experimentamos en los diferentes vericuetos que van apareciendo insospechadamente en nuestra realidad. Sin embargo podríamos cruzar (y de hecho lo hacemos) por ingentes océanos de sabiduría sin enterarnos de sus posibilidades. El hecho de que seamos capaces de penetrar en los oscuros secretos de la vida sólo acontecerá con el cumplimiento de ciertas premisas imprescindibles.
Como trovadores (encontradores) de conocimiento, podríamos preguntarnos: ¿mi capacidad perceptiva, intelectual y emocional está suficientemente afinada como para aprovechar las oportunidades desconocidas? ¿Seré capaz de percibir lo que ahora mismo y en mi situación actual no soy capaz de percibir? ¿cómo hacer visible lo invisible?
Si no nos empecinamos en querer salir de nuestra oscuridad será imposible descubrir la luz y nos acostumbraremos a vivir en las tinieblas. El conocimiento latente a descubrir y a desarrollar es la zona oscura de nuestra percepción. Ésta sólo se iluminará en la medida en que atisbemos en sus penumbras y nos esforcemos en vislumbrar su contenido.
ENTREGA Y ESFUERZO
La ignorancia no se concibe a sí misma. El sabio sabe que no sabe, el ignorante no sabe que no sabe. En la medida en que se experimenta el conocimiento uno comprende que no sabe nada; además, paradójicamente, a mayor penetración en el conocimiento mayor es lo que uno sabe que le falta por conocer… Ante tal magnitud absolutamente apabullante lo único que uno puede hacer es rendirse a la evidencia de su propia pequeñez y realizar la entrega de su resistencia recalcitrante. Es con la rendición y la entrega incondicional al Misterio que uno es poseído por Él.
Sin embargo, esta entrega ha de ser necesariamente participativa. No se trata de soltarse sin más, sino de ser actuante y motor consciente y comprometido. Ese compromiso sólo es evidenciado por el resultado logrado, por lo que dilucidar las maneras y procesos hacia el logro ha de ser un esfuerzo constantemente prodigado. Sin esfuerzo no puede haber resultado, sin resultado no habrá conocimiento. El logro es la constatación.
EL COMPROMISO
Sin compromiso no hay responsabilidad, por lo que aquellos que no encuentran a lo qué comprometerse no pueden ser responsables. Como implicándose en objetivos menores a medida que las circunstancias los propicien. Eso sí, sin confundir uno por los otros. En realidad es labor de cada uno dar luz a aquello esencial a lo que estamos hechos y eso es y será, sin duda, incomparable entre los individuos. Pero a pesar de las diferencias evidentes todos estamos construyendo una única entidad superior. Ese es el verdadero compromiso.
Aquel que merecidamente sabe a lo que dedicar su vida, tiene mucho ganado. Merecidamente, porque tal claridad no es fortuita ni accidental sino consecuencia de un empecinamiento autoimpuesto y de una disponibilidad creciente y madurada. Sin embargo, tener las ideas claras no garantiza la consecución del objetivo; es con la responsabilidad asumida y con la perseverancia en la actuación apropiada y precisa que podemos lograrlo.
LA RESPONSABILIDAD
La única y verdadera responsabilidad es nuestro desarrollo evolutivo. Cada una de las experiencias que vivimos es, en sí misma, una oportunidad de aprendizaje y de evolución antes que los objetivos aparentes en los que nos involucramos. En realidad, estos son excusas para el aprendizaje.
La responsabilidad así aplicada a todas las cosas que realizamos día a día logra dos aspectos complementarios: uno es la realización o concreción del objetivo en sí mismo; el otro es la evaluación e incorporación de lo aprendido en la propia consciencia. Es decir, aquello que realizamos tiene en sí mismo dos frutos: uno tangible y otro intangible, más precioso al Ser. Nada que no sea aprehendido e incorporado fehacientemente quedará
como aumento de nuestras posibilidades, patrimonio espiritual y capacitación ante las nuevas oportunidades de futuro… Es así como crecemos y contribuimos a la evolución global.
Una parte importante de la responsabilidad es llevar nuestra actividad y nuestro aprendizaje hasta el final. Muchos se entusiasman por las nuevas oportunidades recibidas pero no comprenden que la verdadera responsabilidad es concretizar y realizar la oportunidad ofrecida.
AFRONTAR EL CONFLICTO
Aplicar la responsabilidad con vehemencia y persistencia nos lleva necesariamente a conocer las zonas oscuras de nuestro proceso. No así una participación somera o superficial. En aquel proceso es común que muchos abandonen, porque en él se lidiará con aquello que uno no quiere ver de sí mismo, muchas veces oculto bajo conceptos rígidos… pero, eso sí, definitivamente nuestros.
Es también común en estos tiempos considerar el conflicto algo inadmisible, de lo que se quiere huir, y se considera nocivo. Queremos a ultranza mantener las normas, aparentar el ideal que nos hace merecedores ante nuestro prójimo. No queremos vivir situaciones que nos lleven al descontrol y como consecuencia que podamos perder el ‘respeto’ que merecemos.
Es por todo ello que no es atractivo el conflicto y que no se quiere ver en él una gran oportunidad para poner a prueba nuestros límites y debilidades. Ante él lo común es reflejar la confusión hacia afuera y ver en el otro, el ajeno, la causa de nuestros males. Es en el conflicto aceptado, y en el cual nos rendimos, donde encontraremos las mejores oportunidades para la propia superación.
EL APRESURAMIENTO Y LA PROFUNDIDAD
Distintos aspectos de la situación actual precipitan a la mayoría a un desenfreno que se caracteriza por el deseo, a veces paranoico, de participar en muchas experiencias y profundizar poco en ellas. Como si temieran perder el tren, coquetean en muchos campos y laboran superficialmente en ellos, sin hurgar profundamente hasta sus cimientos y raíces.
Existe la falta de visión en cuanto a llegar a la cantidad en lugar de la calidad. Es como si se creyera que cuanta más información mayor conocimiento. La profundidad y el verdadero conocimiento sólo es alcanzado por la reiteración consciente, es decir, no sólo repetitiva sino mejorada y equilibrada en cada intención.
Aquel que no utiliza la información valiosa responsablemente, llevándola hasta el núcleo de su identidad, está despilfarrando los regalos que la vida le ofrece… Aquel que no convierte la palabra, el mensaje y la inspiración en el nuevo material para ser incorporado a su propia esencia, pierde la oportunidad que ha tenido a bien ofrecerle la vida.
MENOS PARA MÁS
La gran paradoja es que sin compromiso no hay profundidad de experiencia, y con el compromiso las opciones ante la vida se limitan drásticamente. Eso es lo que hace a la responsabilidad tan poco atractiva. Una vez se ha absorbido la parte más fresca y apetitosa se tiende a libar en nuevas flores.
Se puede evidenciar tal principio en aspectos cotidianos de nuestra vida; el amor maduro y desarrollado entre dos personas no podría establecerse con intermitencias ocasionales o con efímeros tanteos. Ninguna empresa importante podrá ser acometida sin una determinación y persistencia a prueba de obstáculos…
Cuando uno se ha comprometido y se ha hecho responsable ante este hecho es capaz de entregar su vida en aras de su objetivo y no le importan otras opciones. Eso sólo es posible cuando intención y fin se unen sin remedio.
Nuestras capacidades y valores deben ser invertidos para aumentarlos, derramarlos y esparcirlos amorosamente, glorificando así las dádivas divinas recibidas y mostrando con ello que la inversión realizada en nosotros no ha sido ni una mala inversión ni una estéril siembra.
Jordi Orús
’71 ATHANOR
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