El dinero como todo lo material es un símbolo de una energía sagrada, responde a un propósito más elevado.
Nosotros hemos creado el dinero y, éste está respaldado por las riquezas de la madre tierra: petróleo, oro, piedras preciosas…, el dinero es por tanto una energía nutriente.
Debemos aceptar el dinero puesto que forma parte de la sociedad en que vivimos y nosotros hemos decidido formar parte de ella.
Si necesitamos el dinero para vivir, para nutrirnos, para experimentar placer y comodidad, debemos honrarlo:
- Honrar su presencia y los medios que nos proporciona para adquirir lo que queremos.
- Liberarnos del apego porque el apego es lo que hace que lo temamos y lo rechacemos o que nos obsesione y siempre queramos más temiendo que se acabe; tener libertad económica, es decir, no depender de la cantidad que llegue a nosotros ni de la forma en que llegue.
- Asegurarnos nuestra conexión con la tierra, la energía nutriente, ¿sentimos nuestros pies bien anclados en la tierra? ¿Confiamos en nuestra fuente de abastecimiento? Entonces, podemos elegir experimentar el amor y la confianza a través del dinero.
El dinero también es una herramienta de trabajo personal, analizando nuestra relación con el dinero y nuestras reacciones podemos saber si nos valoramos, si nos creemos merecedores, si aceptamos apoyos, si confiamos y tenemos seguridad en el proceso de la vida y en nuestra capacidad creativa.
Si le damos el poder al dinero creeremos que se acaba, que cuesta ganarlo, que nunca hay suficiente y dejaremos de vivir nuestros sueños, culpando al dinero tras el que corremos sin descanso.
Si nos da miedo tener poder nos negaremos la entrada de dinero, derrocharemos o nos veremos sumergidos en deudas, necesitando de los demás, reclamando inconscientemente atención, cuidados, buscando que otros nos amen y nos nutran.
Cuando recuperamos el poder personal vemos el dinero en su valor real, no como algo limitante, sino como una energía, una herramienta necesaria y la usamos creativamente, sabiendo que el valor está en nosotros que somos los artífices de aceptar y crear abundancia.
A través del dinero experimentamos el amor personal y colectivo, la ley de dar y recibir siempre presente: para poder recibir dependemos de que haya alguien dispuesto a dar aquello que necesitamos y para dar, dependemos de que haya alguien dispuesto a recibir precisamente lo que tenemos.
Gracias al dinero hemos conseguido que el trueque o intercambio sea más cómodo y rápido, pero somos interdependientes.
Con el dinero que generamos individualmente nos abastecemos nosotros, a nuestras familias y a la sociedad: hay una parte destinada al grupo, a convivir y generar comodidad y progreso colectivo. El amor individual y el amor de tribu.
Revisemos nuestras creencias sobre el dinero, la forma en que hablamos de él, nos indica nuestros sentimientos hacia él y, valorémosle. ¿Cuántas veces hemos despreciado alguna moneda de céntimos? Y sin embargo, a la hora de comprar algo no podemos si nos faltan céntimos. Si lo despreciamos el universo entiende que no le damos importancia y desvía su llegada.
No es el dinero el que corrompe a las personas, es la actitud de las personas hacia el dinero la que hace que se corrompan.
El dinero no se acaba, el dinero cambia de manos, se transforma en materia, el dinero está ahí fuera ¡circulando por el mundo!
No es el dinero el que nos impide conseguir nuestros sueños, son nuestros miedos y nuestra limitada visión los que nos alejan de nuestros objetivos.
En los billetes de euro hay dibujos de puertas y ventanas que simbolizan una actitud abierta al mundo y, puentes como metáfora de cooperación y comunicación.
Quizá si dejamos de despreciar el sueldo porque nos parece bajo, cambiamos los “sablazos” de pagar las facturas y pagamos con amor y agradeciendo el servicio recibido y buscamos el precio justo para nosotros en vez de etiquetar de caro el valor que alguien adjudica a su mercancía, podamos abrir la puerta a la abundancia y cruzar más puentes dispuestos a compartir la confianza y la seguridad a través del dinero.
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