Publicado por Miguel Jara el 11 de marzo de 2011
Ayer estuve en el Hospital Clínico de Madrid en una jornada organizada por la Sociedad Española de Sanidad Ambiental. Se centró en los efectos de los productos químicos tóxicos en la salud. Pude ver y oir la ponencia de Nicolás Olea y saludarle después un ratito. Olea es catedrático de Medicina Interna en la Universidad de Granada y lleva desde 1989 estudiando el impacto de los tóxicos en nuestra salud. Contó algunas cosas que me llamaron la atención y no porque no las haya leído u oído antes sino porque me sigue pareciendo increible el camino destructivo que hemos emprendido como especie al permitir que se liberen en el medio natural del orden de 104.000 sustancias químicas que pueden ser tóxicas (sólo se ha estudiado una ínfima parte de ellas y lo son). Al saludarle me pareció notar en su voz y en su actitud un tono de desgaste, de cansancio, de prédica en el desierto (en este video que les dejo cuenta algunas cosas de las comentadas ayer).Contó cómo en nuestro cuerpo hay alojados varios componentes tóxicos de las botellas de plástico, sustancias que se utilizan para hacer el plástico más maleable o para que las botellas mantengan aspecto pulcro. Uno de los muchos compuestos tóxicos que se han empleado durante los últimos años es el bisfenol A. Lo contienen los chupetes y los biberones que se les da a los bebés. Desde el 1 de junio la Unión Europea ha prohibido su uso. Resulta que los hospitales son los sitios donde más bisfenol A se utiliza y lo mismo ocurre con los ftalatos, unas sustancias para ablandar los plásticos. Lo contienen las bolsas de plasma o los tubos plasticosos que tanto se utilizan en sanidad. Los ftalatos también se usan en cosmética y perfumería, no vean la cantidad de guarrerías que puede contener un perfume. Qué paradójico. ¿Saben que según Olea el 100% de los niños mean ftalatos?
El catedrático y su equipo disponen de un banco de muestras de mama de mujeres que han tenido cáncer de pecho. Y como la placenta se tira tras el parto, nadie la quiere, han guardado multitud de ellas. De esos tejidos sacan las muestras para analizar. Otra familia de químicos tóxicos son los parabenes. Se encuentran en el 100% de las placentas de las recién paridas, según han estudiado in situ durante los últimos años. Y también están en la orina de todos los niños.
Es decir, hoy no se puede negar la exposición a químicos tóxicos. Los llevamos dentro y sabemos qué puede ocurrir con cada uno de manera individual, nada bueno. Pero acumulamos un cóctel de tóxicos y no sabemos cómo interactúan en el organismo. Unos se anularán por efecto de otros. Otros multiplicarán los daños que hagan los primeros. Y otros realizan una labor de sustitución del trabajo que hacen muchas sustancias naturales que contenemos y que son indispensables para la vida. Hacen su labor pero mal y confunden al cuerpo enfermándolo.
Otro de estos científicos punteros es Miquel Porta a quien no conocía en persona y que pude hacerlo al término de la intervención de Olea. Me comentaba que la mayor parte de la población tiene muchos tóxicos en su cuerpo. Los tiene en cantidades bajas y por eso pensamos que no pasa nada, que podemos seguir así. Pero todos tenemos uno o dos compuestos muy peligrosos en altas cantidades. La ex ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, tuvo la valentía de comprobar qué tóxicos tiene. Aparecieron 46 sustancias de las 100 buscadas. Alguien de la Adminsitración le dijo que como estaban a bajas concentraciones no debía preocuparse y ella le contestó algo así como que muchas bajas son una alta. Desconocemos los efectos combinados de tanta sustancia nociva como portamos.
Mención irónica se hizo de los fármacos. Se han hecho estudios sobre el contenido de medicamentos en ríos de Barcelona, Madrid o Almería y se han obtenido resultados preocupantes por los altos índices de casi todas las familias medicamentosas. Así que si les deprime este panorama acudan a beber las aguas del río Manzanares tras su paso por Madrid.
La Unión Europea, según Nicolás Olea, está haciendo mucho en este campo pero se avanza muy lentamente y la industria química continúa fabricando nuevas sustancias para hacernos la vida más cómoda, una comodidad que está enfermándonos.
Más info: En los libros La salud que viene y Conspiraciones tóxicas.
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